Además de la motivación que podamos tener para invertir, es necesario haber definido unos horizontes temporales porque van a ser los que van a guiar nuestras inversiones. Es decir, vamos a disponer de varias opciones de inversión dependiendo de lo que queremos y de cuando lo queremos.
Un buen comienzo será definir nuestros objetivos y plasmarlos sobre una línea temporal dividiéndola en 3 partes: corto, medio y largo plazo.
Podemos definir las metas u objetivos a corto plazo como aquellas que queremos lograr en un período inferior al año. Estas metas pueden ser variadas, desde financiar nuestras próximas vacaciones, hacer un pequeño viaje, o crear un fondo de emergencia.
Podremos describir el rango del medio plazo como el comprendido entre 1 y 5 años, este tipo de objetivos suelen ser la compra de un automóvil nuevo, prepara la boda, ir a estudiar fuera durante un tiempo prolongado, etc.
Los objetivos de largo plazo serán los que superen esos 5 años definidos para el medio plazo. Entre estos objetivos puede estar la educación de nuestros hijos, la planificación de la jubilación, etc.
Cuando ya hayamos definido nuestros objetivos, ya podremos empezar a ver qué tipo de inversiones elegiremos para poder conseguirlos. La elección de los productos de inversión la haremos en función de nuestra propensión al riesgo y teniendo en cuenta el plazo de inversión. Es importante estar informado y tener ciertos conocimientos sobre los productos que hay en el mercado, en caso de no tenerlos, lo mejor será consultar con uno o varios asesores financieros.
Estabilidad o rentabilidad
Otra manera, que puede ser complementaria a la anterior, para elegir nuestros objetivos es elegir entre mantener capital o aumentarlo. Si nuestro principal es mantener y conservar nuestro dinero, la inversión en renta fija puede ser nuestra mejor opción, tiene una baja rentabilidad pero también un riesgo reducido.
Si por otro lado, queremos buscar rentabilidad y aumentar el capital invertido, podemos buscar diferentes fondos de inversión, comprar acciones, ETF, etc. que son algunas de las inversiones que podremos hacer para que nuestro capital crezca. Esta mayor rentabilidad supone también la aceptación de un mayor riesgo.